sábado, 4 de octubre de 2008
“Nuestro cine crece en vientos de cambio”
Advierte hoy un prócer de nuestro cine, Román Chalbaud, el mismo de La Oveja Negra y El Pez que Fuma, quien mientras afina a Zamora nos concede algunas precisiones
Como cineasta le dijera alguna vez al crítico Guadi Calvo, “si vas por una calle, miras a un hombre a los ojos y captas que algo terrible le sucede, y él no está hablando. Eso es cine. Como venezolano le dijera al periodista Oscar Perdomo Marín, “yo apoyo al Presidente y no quiero nada”. Como ser humano nos recibió en su refugio para ilustrarnos, cual exegeta, la idea que se hace de nuestro cine, cultura y realidad nacional, introduciéndonos en la novela de un cine que floreció con fuerza desde los 50, que conspiró contra los crónicos intereses del monstruo y fue castigado, y que hoy como fénix levanta su vuelo con dificultad pero con convicción. Eso y más entiende Chalbaud y lo comparte, decano de la filmografía latinoamericana, merideño de nacimiento, caraqueño de corazón, rebelde por naturaleza.
¿Cómo reconocer la realidad de Venezuela a través de la historia de nuestro cine?
Que bueno que lo preguntas así, me gusta entender a Venezuela a través del cine, esa del pasado donde los cineastas logramos en base a la Asociación Nacional de Cineastas (ANAC) y la Cámara Venezolana de Productores Cinematográficos (Caveprol), un acuerdo con los distribuidores y exhibidores, donde nos dieran a través del Centro Nacional de Cinematografía (CENAC), el 6.6% de la taquilla global de los cines, algo así como 80 millones de bolívares de aquella época, lo que servía para hacer de 6, quizás hasta 8 películas anualmente, más lo que ponía en CENAC. Pero a medida que nuestro cine fue teniendo éxito, lo que fue indudable, sino yo hubiera podido hacer 22 películas, ellos decidieron no seguir dando ese dinero, y qué pasó, el cine venezolano se quedó desprovisto del recurso económico y se producía sólo una película al año. No fue que el público venezolano dejó de asistir, y es que en el año 86, siete de las películas nacionales estrenadas ese año estaban en el ranking de las diez más taquilleras, eso fue lo que molestó más a los distribuidores y exhibidores, que a fin de cuentas, son representantes de la gran industria del cine norteamericano, que a su vez son dueños de todas las pantallas del mundo. Nosotros no podemos ver cine de otras latitudes con la fuerza de penetración que llega el cine norteamericano a nuestras salas, y a las cinematecas van dos y tres personas porque es avasallante un cine en los centros comerciales, es avasallante la propaganda.
¿Y a eso se le sumó el factor político de la época?
Si, por ejemplo, en el 92 cuando metimos en el Congreso Nacional la Ley de Cine, que fue aprobada, se excluyeron los tres artículos que le ponían impuestos a las películas extranjeras, eliminados por nuestros por nuestros propios diputados y senadores, de manera que nos quedamos sin dinero y se siguió haciendo una película al año que era lo que quería costear el Gobierno y el CENAC. No sólo eso, en repetidas oportunidades me llamó gente del Gobierno cuando era presidente de la ANAC, diciéndonos, nosotros no podemos seguir dando dinero para el cine, y cómo hacemos películas, pídeselo a los bancos, los bancos por supuesto, no nos darían el dinero, porque no es un negocio, sino pregúntale a los empresarios venezolanos por qué no se meten en el negocio. Tuvimos nosotros que convertirnos en productores porque la política de aquella época le cerró las puertas al cine venezolano.
¿Se puede decir que a la cultura en general?
Si, pero al cine mucho más, quizás porque es más poderoso y llega más. Y es una desgracia que los venezolanos se pusieran de parte de la gran industria norteamericana y no de la nuestra.
¿Qué pasó ahora, hay una real apertura del Estado y su gente?
Bueno, metimos a la Asamblea Nacional una revisión de esa situación, junto a un nuevo articulado referido a lo que nos habían quitado, y ahora ves la gran cantidad de dinero que entra, porque se aprobó el impuesto, de hecho, de ahí salió la Villa del Cine, y por eso se pueden hacer tantas películas como se están haciendo.
Ese cine de los 70 y 80 donde ustedes expresaban tal cual la realidad del momento, ¿fue reprendido por los poderes políticos?
Hubo un ataque terrible con la bandera de que no hacíamos películas sino de guerrilleros, prostitutas, violencia y delincuencia, cosa que hicieron todas las industrias del cine, la misma Hollywood dio sus primeros pasos en los treinta con la temática del gangster, con Edgard G. Robinson y Al Capone. Y es que la gente está acostumbrada a ver ese tipo de cine, al público le gusta la cosa policial.
¿Cangrejo por ejemplo?
Si, fue la más taquillera del año. Cuando Solveig Hoogesteijn hizo Macu que era el caso del policía que mató a los niñitos, esa fue la película más taquillera, la gente se identifica con ese género y le gusta ver que unos crímenes que han aparecido en el periódico se reflejan en las pantallas, ahí tienes 4 Crímenes 4 Poderes, Sicario, bueno, Secuestro Express que es la última, es lo mismo.
¿A qué se abre la Venezuela cinematográfica de hoy, esa que cerró el sistema de la IV república, y de la que ya dicen algunos medios que es tendenciosa y política?
Se abre a la producción de muchísimas más películas y de todo género, mira nada más la lista de lo que se ha hecho en la Villa del Cine, además de lo que se está haciendo y se tiene proyectado. Hoy metes un proyecto en el CENAC o en la misma Villa del Cine, ahora tienes dos sitios, y te asegurarás que no es como dice la prensa, no son películas puramente políticas.
¿Pero hay una inherencia directa de la Villa del Cine en el control de las ideas y textos?
No, aunque es lógico que el Estado, quien financia y produce las películas, las haga según sus necesidades, ahí está Miranda que es una película histórica y cultural, yo acabo de hacer Zamora, pero se hacen todo género de películas, Cesar Bolívar está filmando una policial, un proyecto que tuvo que engavetar por mucho tiempo porque no se lo aprobaban, también está una película poética que se llama Una Mirada al Mar.
En todos los sentidos, ¿hoy es más fácil o más difícil hacer cine en Venezuela?
Ojalá y en el año 56 cuando hice Caín Adolescente, hubiera tenido las facilidades que tienen los jóvenes ahora, eso no quiere decir que todos los jóvenes tengan la oportunidad de hacer películas, porque eso no es posible en ningún país del mundo, pero evidentemente ahora los chamos tienen mejores condiciones. Por ejemplo, de la Villa del Cine me llamaron hace dos años para ser jurado y evaluar ideas para películas, donde todo el que participaba no podía tener pasado en el cine, mandaron 180 proyectos, y un jurado completamente heterogéneo donde estaba Diego Rísquez, Carmen Roa, entre otros, primero seleccionó 12, todos autores totalmente desconocidos que fueron premiados con ir a la Villa y recibir clases de varios guionistas. Luego cada uno escogió un tutor para desarrollar su guión, después se escogieron 4 y la Villa les compró el guión, se escogieron 4 directores y se empezaron a producir. Ahí estaba una película que recrea la batalla de la Victoria, y la ganadora fue Una Mirada al Mar de una chica de Margarita.
¿Estamos en ese camino de reflejar parte de nuestra historia en el cine?
Definitivamente, y es tan importante, ahí tienes ya a Bolívar, Miranda, Zamora, ahora, Victoria. Es necesario que nos conozcamos y conocer una historia que no las han negado, nadie sabe quién es Zamora, a mí en la escuela nunca me enseñaron quién era, porque no les conviene que eso suceda, porque hay un grupo poderoso que niega todo eso que pasó. Ahora la gente tendrá oportunidad de conocer una fase de la historia que no le llegó en la escuela.
¿Cómo visualiza el movimiento cultural del momento, se expande a los rincones del país, la gente tiene mayor contacto con la vibra artística?
He recorrido mucho con Zamora, me tocó ir a muchos sitios y siento un gran interés en la gente, te cuento que los extras que trabajaron con nosotros eran de cada una de las ciudades a donde llegamos, Barinas, Carora, Coro, Maracay, Valencia, y se entrenaban ahí mismo, con un gran amor y mística. En el rodaje en Guanare tuve la oportunidad de ver una obra de Bertolt Brecht, puesta en escena por un grupo de teatro que funciona maravillosamente, y son de allí mismo. De manera que si, y además creo que la cultura y la educación están llegando a rincones donde nunca antes habían llegado, lo que pasa es que mucha gente no lo ve y niega.
A pesar del soporte del Estado, ¿cuáles siguen siendo los grandes obstáculos para hacer cine en Venezuela?
Mira, la escuela, que es muy importante, creo que se va hacer la Gran Escuela de Cine cerca de la Villa del Cine, esa es una iniciativa necesaria. Nosotros tenemos cineastas que salieron de escuelas como la de San Antonio de los Baños, o de alguna escuela española, o la de Los Ángeles, y esa gente está mejor formada técnicamente, en historia y cultura, es muy necesario la escuela porque el cine no se puede improvisar, el cine es una de las cosas más difícil para hacer, entonces nos falta mucha cultura cinematográfica. Por otra parte está la propia exhibición, aunque se hace el esfuerzo, ahí tienes esas cinematecas que son todas igualitas, y que es maravilloso que se estén haciendo aunque costará mucho llenar esas salas, es una labor que tenemos que hacer porque ahí se exhibe un tipo de cine que no se conoce porque no llega a las salas comerciales.
¿Cuál sería el secreto para persuadir a esas mentes que están acostumbradas al Rambo o al Terminator, al cine americano en general, a ver un cine diferente, más humano y social?
La respuesta está en la escuela, en la primaria, secundaria y bachillerato, formando a la gente. Nosotros hemos echado para atrás, cuando yo estudié mi etapa básica recuerdo que nuestro público recibía con mayor intensidad la cultura, incluso cuando empezó la TV era más cultural. Yo empecé en el canal 5 de la Televisora Nacional en 1953, tendría yo 22 años, y en ese entonces Venevisión que se llamaba Televisa y RCTV, tenían una programación cultural. Prendías a las 7 RCTV y veías Anecdotario, la vida de gente virtuosa. Y es que era como lógico que fuera así y la gente lo entendía. Yo hacía el Cuento Venezolano Televisado todos los viernes, toda la cuentística venezolana y era el programa más premiado y más visto de la época.
¿Y en qué momento se perdió toda esa iniciativa?
Creo que con la llegada del rating. Quizás fue con la salida de los cubanos de la CMQ para Miami, huyendo de la revolución, donde empieza la cosa del rating en toda Latinoamérica, fatal, porque es vergonzoso. Anoche por cierto, me puse a pasar canales, no sólo de nuestra TV, y te das cuenta que es la misma, ahí tienes la española que no sale del tema de la vanidad.
¿Siente que hay una imitación directa, una adquisición de productos extranjeros ajenos a nuestra cultura, que no le dejan espacio a la creatividad popular? La guerra de los sexos, por ejemplo, que es una idea foránea.
Bueno si, ahí tienes la novelas nuestras, iguales a las de México y te das cuenta que todas las mujeres tienen que ser rubias, hasta las criadas tienen que ser muy bonitas con tetas muy grandes, una cosa absolutamente falsa. Algo así como si fueran Goebbels, quien decía “que cada vez que escucho la palabra cultura saco mi revolver”, entonces es terrible porque la gente respondía positivamente a nustras propias expresiones, en aquella época se empezó a hacer teatro, Horacio Peterson en el Ateneo, Juana Sujo en su teatro de Los Caobos, y la gente iba a ver las obras Shakespeare, de García Lorca, y todo lleno.
¿Se puede decir que el cine venezolano es una antitesis del cine norteamericano, es mucho más real y social?
Creo que si, ahí tienes Cuando Quiero Llorar No Lloro, La Quema de Judas, entre muchas, y es que la gente nuestra iba al cine porque se veía como en un espejo reflejada en la pantalla, y si estaban contando su vida más, dicen “están contando mi vida y lo voy a ver”.
¿Cómo evalúa las corrientes actuales del cine latinoamericano?
Acuérdate que Brasil que tuvo en una época maravillosa fue castigado por los americanos, quienes cerraron prácticamente aquella iniciativa, hoy renace y están haciendo un cine muy vigoroso. El cine cubano por otra parte, que ahorita no tiene los medios para hacer el cine que hacían, hacen menos producciones pero de buena calidad. El cine argentino sigue una tónica de buenas películas. En general creo que da pasos de crecimiento.
¿Pero está haciendo algo nuestra industria para germinar independiente y con fuerza?
Bueno allí tenemos una iniciativa, Amazonia Film, que es una distribuidora creada por el CENAC, y que está comprando películas latinoamericanas, iraníes, chinas, europeas, para mostrarlas en los cines y el cinematecas, quizás sea una buena forma de empezar a expandirnos.
¿Cree que parte del cine norteamericano está respondiendo al desastre que generó y sigue generando su clase política y de poder en el mundo entero?
De alguna forma, creo que está resurgiendo el cine independiente. Hay películas realmente buenas, con mensaje. Por aquí estuvo Tim Robbins hace poco, vio lo de Zamora y le gustó mucho, estuvo Sean Penn, y algunos otros, todos demostrando una posición muy critica hacia su sistema.
¿Qué opinión le merece esa polémica que se desató en torno al dinero que recibió Danny Glover y su película sobre la independencia de Haití?
Eso que recibió es un dinero aparte, sin contar que la gente no tiene idea de lo qué es hacer una película en coproducción con USA, que va a ser distribuida mundialmente, que va a ser filmada aquí, o sea que va a dejar un campo abierto de posibilidades reales, además que se trata de un film sobre el primer país americano en independizarse y que le dio armas a Bolívar para su esfuerzo aquí. Entonces han caído en un egoísmo total.
¿Quiénes son, la derecha del cine venezolano?
Mira yo fui presidente de la ANAC, nosotros nos reuníamos la junta directiva y no iba nadie, pero cuando avisan que van a dar créditos se aparece todo el mundo, entonces es eso. Es gente de teatro y de cine, muchos de ellos con una labor plausible, muchos eran de izquierda y sorpresivamente se han cambiado, esos que se creen el cuento que aquí va a venir una situación como la de Cuba. También tienes el fenómeno de la envidia, muchos de izquierda que no lograron entender su momento histórico, que no lograron materializar lo que si hizo Chávez, y piensan que lo mejor es pasarse al lado del enemigo y criticar.
Cuando ve la Villa del Cine, que entre sus debilidades propias de todo comienzo, tiene un aparato impensable a la disposición de los cineastas venezolanos, ¿qué le viene a la mente?
Ayer fui por cierto, sabes que ahora mismo estoy editando Zamora, y Cabrujas nos está entregando la música. Es increíble que vayas y veas tantas filmaciones haciéndose al mismo tiempo, tres o cuatro películas, y ves los equipos y la gente con las cámaras, todos en un tren de acción. Es casi un sueño.
Y en cuanto a la tecnología, ¿estamos de alguna manera equiparándonos a la gran industria?
De alguna manera si, en calidad, ahora en la Villa se tiene la oportunidad de hacer todo el trabajo en video digital, se monta en video y ya la Villa del Cine tiene la maquinaria donde sale la película en 35mm, y esa la mandas a un laboratorio, cual celuloide, y sale y se revela, de esa manera salen las copias a los cines.
Hablemos de Zamora, ¿qué la hace tan interesante para usted?
Primero estoy encantado con el extraordinario guión de Luís Britto García, quien además de historiador es artista y escritor, es un guión muy hermoso porque no es un documental, es una película con personajes reales como Páez, Guzmán Blanco, y así también hay personajes populares inventados que son bellísimos, entonces es una mezcla de realidad con poesía, y eso lo subrayé mucho en la dirección, estoy encantado con la película, creo que es una de mis mejores obras, en un ratito te enseño un adelanto de dos minutos.
¿Y los efectos especiales con quién los trabajó?
Una vez más me traje a los Farfán que siempre han trabajado con los americanos y conocen perfectamente su labor, los mismos que he traído toda mi vida, desde los años 70, tú sabes que eso es una cosa muy delicada porque nuestros efectistas le han cortado dedos, han herido actores, con los tiros y las balas, y las cosas que se ponen para que explote la sangre, además de preparar a la gente porque todos esos extras que escogimos y que se escribieron en los pueblos en su mayoría no sabía ni manejar un arma, había que enseñarlos.
¿Todo un desafío para el cine venezolano filmar escenas de guerra?
Este fue todo un reto, ahí encarnizamos la batalla de Santa Inés, y que la tuvimos filmando tres semanas.
En lo que tiene que ver con el presupuesto y la propia producción, ¿es comparable con cualquier pieza maestra del cine latinoamericano?
Definitivamente, el presupuesto fue elevado. Un buen ejemplo es el vestuario, cuánta gente se vistió allí, tuvimos cinco mil extras en total, más 120 actores, algunos con dos o tres vestuarios. Te digo que la preproducción duró un año, escoger el reparto, los lugares de filmación.
¿El tiempo total que se llevó todo el film?
Un año de preproducción, después filmamos desde el 3 de enero al 30 de mayo, 6 meses de filmación, porque no es sólo esta película, hicimos una miniserie para TV de 6 horas, las dos horas quince de cine se van a ver en 6 horas en televisión. Hasta la fecha, estamos editándola.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario