jueves, 1 de mayo de 2008

La hora de la nacionalización: La revolución también quiere ser de acero (I y II)


La hora de la nacionalización: La revolución también quiere ser de acero

Tras doce años de administración privada, el Estado vuelve por sus fueros y SIDOR es renacionalizada, uniéndose a las industrias del cemento, telecomunicaciones y energía

Antonio Valdez Zurita

La Siderúrgica del Orinoco entra nuevamente en un proceso de transición, ahora para revertir su condición de empresa privada a pública. La intensificación del conflicto laboral, provocada por la incapacidad de negociación de empleador y empleado, ha sido el detonante oficial de una decisión por demás controvertida. Apresurada para muchos, necesaria y reivindicativa para otros, son múltiples las causas propuestas por la especulación popular. Hoy, el complejo siderúrgico más grande de Venezuela vive tiempos de cambio, unos interpretados como la emancipación de la ocupación capitalista extranjera y otros, como el regreso al pasado, un retroceso demagógico donde la productividad y eficiencia quedan entredichas. El famoso dilema nacionalización versus privatización se apodera de la opinión pública una vez más.

EN RETROSPECTIVA
La realidad venezolana de 1996 es muy distinta a la de la actualidad, eso es seguro. A mediados de la década del noventa la nación franqueaba una crisis económica ascendente, con el barril de petróleo a 15 dólares, y los crudos efectos de la caída de la economía del sudeste asiático haciendo estragos, se tomaron medidas de las que aún hoy, se sienten los efectos. Programas de subsidio social, liberación del control de cambio, aumento del precio de la gasolina y un bloque de privatizaciones de empresas con saldos rojos, fue la fórmula usada para salir del abismo.
Dentro de esas empresas estaba Sidor, insigne representante del movimiento industrial venezolano, que fue quedándose en el tiempo, sin inversión en la adecuación, automatización y actualización tecnológica, incapaz de cumplir con las demandas de un negocio complicado que no vivía su mejor momento.
“El proceso de privatización fue largo y complejo, al menos un año se tomó para realizar todos los estudios necesarios para transferir la empresa” comenta Alfredo Rivas Lairet, ex presidente de la siderúrgica y parte de la comisión encargada de privatizar la misma. Aunque la decisión encontró críticas de todos los matices, incluyendo las relacionadas con el precio de venta, del cual el ex presidente Jaime Lusinchi comentara “es indignante la cifra aceptada como valor de Sidor", la forma pasó casi desapercibida, puesto que se reconocía colectivamente que el fondo del problema estaba en una empresa desangrada, urgida de inversión, como lo expresa David Andrade, quien estuvo 18 años dentro de la siderúrgica ocupando distintos cargos, “en aquel entonces yo estuve de acuerdo con la privatización por una serie de razones, entre ellas la necesidad de inversiones en adecuación tecnológica para mejorara la calidad y la productividad, dinero con el que no contábamos”.
Antes de la privatización, gracias al proyecto Plan IV, la industria del acero producía alrededor de 3,6 millones de toneladas. Dicho proyecto “se ejecutó en el marco de un boom petrolero como el de ahora, pero el incumplimiento del Estado, de los aportes previstos, le dejó a la empresa un nivel de deuda de corto y de largo plazo que la hicieron inviable desde el punto de vista de resultados” manifestaba en abril de 2007, René Centeno, investigador del Centro de Investigaciones para la Educación, la Productividad y la Vida (Ciepv), y quien agregaba que “ante la imposibilidad de aumentar los precios por un período largo que la hizo entrar en una crisis de caja para operar, se vio en la necesidad de pedir prestado a corto plazo para pagar deuda de corto plazo y obligada a refinanciar y capitalizar parte de la deuda para poder seguir operando y reponer el patrimonio perdido por las pérdidas neta, se quedó sin opción de invertir en tecnología y cayó en obsolescencia”.

EL PROBLEMA
Se pudiera pensar que esta vez fue peor el remedio que la enfermedad, ahora no por el hecho de que el Estado no supiera administrar la empresa, sino por no poder ejercer su función contralora con éxito. “Una vez privatizada Sidor, muchos profesionales entre los que me incluyo, estuvimos alertando al gobierno sobre mantener un mayor control sobre lo que pasaba dentro de la empresa, quien aún representando el 40% de la acciones, no cumplía con ejercer control” manifiesta David Andrade, ex gerente de planos en caliente de la siderúrgica, quien asegura que aunque el presidente habló sobre la creación de una gerencia de auditoría interna, cada vez que el gobierno proponía un director para la misma, la empresa lo vetaba, y nada pasaba.
En base a esa falta de supervisión de la que habla Andrade, se desprenden un conjunto de fenómenos desfavorables para el porcentaje más pequeño de la población accionista de la empresa. “Yo no creo que se trate de un problema de ilegalidad, solo se trata de un sector mayoritario de accionistas usando la empresa más para sus propios intereses, que para cumplir con las expectativas del 100% de los accionistas” puesto que según él, por ejemplo, el consocio vendía los planchones sobrantes a sus mismas empresas del exterior a precios de transferencia, por lo que no perdía, pero tampoco se ganaba en la venta, y algo similar ocurría con empresas contratistas, propiedad de la transnacional, a las que se les concedía condiciones favorables, en el ofrecimiento y ejecución de sus servicios, en todo caso el consorcio internacional cobraba y se daba el vuelto.
“El cuento chino de que la empresa se llevaba el material para devolvérnoslo en tubos, no es la primera vez que el presidente lo echa” afirma Alfredo Rivas Lairet, ex presidente de Sidor y las cuatro empresas del aluminio, “pero aquí hay un proyecto de crear una ciudad del acero, donde hace dos años se puso la primera piedra, y hoy todavía está todo parado, las cajas sin abrir, cuando la primera interesada de vender ese material sería Sidor, porque tendría su mayor comprador al lado” sostiene Lairet, quien aduce que la falta de productividad empieza en casa y no hay que culpar de todo a “los supuestos malvados explotadores capitalistas”.
Lairet además insiste en que “el Estado no está para producir leche o acero, no está preparado para eso, su función está en cumplir, más allá de la educación, salud y seguridad, que de paso ya están bien descuidados, con la fiscalización y contraloría de esas empresas privadas, exigirles cumplan con sus obligaciones, que no se desvíen, que dejen lo que tienen que dejar el país” por lo que resalta instituciones e iniciativas como el Seniat y la Lopcimat respectivamente, “esas son dos expresiones de la tarea del gobierno, controlar y fijar leyes provechosas al interés nacional”.

NI TAN CALVO, NI CON DOS PELUCAS
Otra cosa es segura, la transnacional vino a Venezuela a ser rentable el negocio del acero, convirtiendo a Sidor en un eje sólido de eficiencia, con sus bemoles, pero efectivo financiera y productivamente hablando. En 2006, en la publicación Producto se indicaba que “Sidor ha invertido 735 millones de dólares, con un promedio anual de 92 millones de dólares, dirigidos a satisfacer las necesidades de sus clientes y mantener estándares mundiales de calidad en sus productos, (…) abasteciendo primordialmente la demanda nacional, lo que se refleja en la cifra de 1,7 millones de toneladas al mercado interno, el mayor volumen de los últimos 17 años”.
Y es que Sidor se manifiesta su alto rendimiento en “la producción de acero ya en más de cuatro millones de toneladas (4,1 MM de t en el año 2006) operando con menos hornos, volúmenes de despachos de exportación por el muelle impensables en el pasado (1,3 MM de t el año 2006), mejoras en la rentabilidad de la empresa, tanto para pequeños accionistas como para los grandes accionistas y aumento considerable en el ingreso de los jubilados y pensionados” asegura el investigador René Centeno cuando habla del éxito de la empresa, a lo que agrega “si ello fuera poco los pequeños accionistas pagaron la deuda contraída por la adquisición de las acciones sin hacer ningún desembolso” .
Por su parte David Andrade, ex trabajador de Sidor, reconoce el esfuerzo hecho y los resultados conseguidos por el consorcio “cuando producíamos 2.9 millones de toneladas de acero líquido, pasamos a 4.3 millones en 2007, en HRD pasamos de 3.1 a 4.2 millones de toneladas, y el consumo de kilovatio hora por tonelada bajó de 1.5 a 1.3, así como en consumo de gas también hubo una reducción considerable” a lo que se suman otros elementos resaltantes como la considerable disminución en costos de producción.
Claro está, no todo es color rosa, tanta productividad tiene un costo, sobre todo el relacionado con lo social. “Ellos invirtieron mucho en los procesos de automatización, que de hecho, nosotros lo teníamos previsto antes de la privatización, pero no teníamos los recursos, pero la reducción de nomina, por ejemplo, fue exagerada, porque ahora hay trabajadores que hacen el trabajo de dos o tres personas” afirma el ingeniero David Andrade, ex gerente de planos en caliente de Sidor, quien ratifica un número significativos de comentarios recibidos por este redactor y que prefirieron el anonimato, cuando comenta sobre la calidad y capacidad gerencial del personal extranjero que vino a la siderúrgica.
“Profesionalmente vino personal técnicamente muy preparado, muy competentes para desarrollar el tratamiento del hierro, pero con unas deficiencias gerenciales bien marcadas, muy entrenados para tratar al argentino, pero no para tratar al venezolano” lo que ocasionó fricciones desde el principio entre el personal criollo y el extranjero, expresa Andrade, quien además conoce de muchos que “salieron de allí porque no aguantaron esa forma de gerenciar sobretodo del personal argentino, porque ellos vinieron con la idea de que el venezolano se adaptara a sus formas, y no al revés”.
Una vez más retomamos el ítem de la ausencia del control gubernamental de la empresa. Según Andrade, otrora gerente de Sidor, en lo que respecta a la protección ambiental, antes de la privatización, “la empresa tenía que cumplir con un cronograma de actividades supervisado celosamente por el ministerio del ambiente, y aunque la transnacional invirtió en el control de humo de la acerías, se descuidó mucho la integralidad ambiental de la empresa, porque increíblemente, se les flexibilizaron los controles, mucho más que cuando el Estado era el dueño”, agregando que cualquiera que trabajó en Sidor o entró alguna vez, puede asegurar que esa empresa era la de “mayor número de áreas y donde el compromiso con lo ambiental no era improvisado”.
¿Y la investigación? Ya son varios los años en los que se viene observando en la prensa, esporádicamente, denuncias sobre la desaparición del centro de investigaciones de Sidor, provenientes de varias fuentes, entre ellas Fundacite y uno de sus investigadores el licenciado Rudy Castillo. David Andrade, quien trabajara para la CVG en una comisión especial para auditar precisamente el centro de investigaciones de Sidor, pudo constatar que “lamentablemente a los dos o tres años de la privatización no quedaba nada del centro de investigación, el único y el más importante de la zona, donde se lograron cambios tecnológicos y adaptaciones de tecnologías extranjeras, rindiéndole grandes resultados a la empresa” afirma Andrade, quien además insiste en que cuando se privatiza Sidor se pensó en que saliera para la CVG y se conjugara con profesionales del aluminio, pero no se hizo ni una cosa ni otra, y muchos de esos profesionales, extremadamente preparados, que trabajaron en ese centro se los llevó el consorcio a otros países.

CONFLICTO LABORAL
Las razones de la decisión de estatización, según la opinión pública, están atadas fuertemente tanto a la imposibilidad de resolver el conflicto laboral, como a una salida inmediata a la crisis electoral del partido de gobierno en el estado Bolívar.
Alfredo Rivas Lairet, otrora presidente de Sidor, propone “vamos a imaginarnos en un escenario no electoral, donde hay que llegar un acuerdo entre trabajador y patrono. Allí se plantearon múltiples soluciones, y siempre por muy fuertes que sea los conflictos en la negociación del contrato colectivo, siempre se llega a un acuerdo, pero esta vez el matiz político que insisto, siempre ha existido, pero ahora con más fuerza, tuvo una gran influencia”. Lairet entiende que nada justifica que no se haya podido llegar a un acuerdo entre la empresa y el sindicato, “pero ¿la diferencia entre el capitalismo salvaje y el gobierno salvador bolivariano era de tres bolívares? aún cuando después lo subieron a 11 bolívares, ahí no puede estar la diferencia, en once bolívares, no creo”.
El ingeniero David Andrade, ex gerente de planos en caliente de Sidor afirma que antes de la privatización, la siderúrgica era la empresa que mejor pagaba a sus trabajadores, pero que en la crisis de hoy la responsabilidad es compartida, “tiene que ver mucho con las complacencias que le permitió el sindicato a la empresa desde el principio, puesto que prorrogaron demasiado tiempo la discusión, así como con la terca insistencia del consorcio de no pagar lo que corresponde”.
Otra de las muchas visiones al respecto la ofreció el Partido comunista Internacional el pasado 18 de abril, cuando manifestaban su posición indicando que “Chávez no quiere enemistarse, por ahora, con los trabajadores de Guayana (…) toda la región se pondría en llamas, pero tampoco quiere recibir golpes por parte de los capitales imperialistas como Techint o Exxon (…) Así fue en Chile, en la era Allende, cuando los precios mundiales del cobre habían sufrido fuertes bajas, y Allende pagó la nacionalización del mineral al precio equivalente de una industria próspera, hasta el último centavo. Igual que en Francia con el caso Citroen de segunda guerra mundial, (…) en ninguno de estos ejemplos las relaciones de producción han cambiado, sea el patrón el Estado, o que el Estado se convierta en propietario de la empresa, sea en manos privadas, o empresas mixtas, la relación permanece igual”.
Para Alfredo Rivas Lairet, ex presidente de Sidor, era importante resolver las exigencias de los trabajadores, “que pienso eran justas, y Ternium no hizo las cosas a tiempo, porque si tú estás en una situación complicada que lleva más de un año, entonces tienes que tratar de resolver el conflicto, mas si estás al tanto que es un año electoral”.

¿Y AHORA?
Las reacciones son más que diversas, encontradas. Las visiones sobre cómo se va a desempeñar la empresa pasan por el optimista soñador hasta el pesimista más escéptico.
Rivas Lairet adelantaba de su visión “yo no quiero pensar que será igual, pero cuando me dieron la noticia de la nacionalización la primera impresión que tuve de la decisión me retrotrajo al año 77, donde vivíamos una situación muy parecida a la de ahora, era la era de Carlos Andrés Pérez, en ese fan estatista, con un flujo imparable de dólares, con los cuales se el gobierno compró de todo, desde lavanderías hasta aerolíneas”.
“El mercado del acero es muy susceptible a lo que es costo, producción y calidad, por lo que debe entrar gente que conozca el negocio, evitar la improvisación, y recordando que en Sidor aún queda gente muy preparada y lista para asumir el proceso, para esto hay que hacer un estudio serio y determinar cuanta gente necesita la empresa, porque es delicado el asunto de las contrataciones, la hora hombre es costosa” expresa David Andrade, quien advierte que él cree, aún así, que es una decisión apresurada, porque se tenían que tomar en cuenta muchos factores, recuerda que es una empresa andando, y los mercados ya los tenían definidos, sobretodos los internacionales, es una complejidad de elementos que debieron estudiarse con tiempo.
Por su parte Alfredo Rivas Lairet nos comenta que “lamentablemente tengo que decir que es muy poco o nada lo que se puede hacer, hay que ser poco optimista, basta con verlo con las empresas básicas que tenemos, con nominas sobre saturadas, pero también lo estamos viendo en empresas como Cantv y Electricidad de Caracas, y de ahí nacen las corruptelas, el tráfico de influencia, las listas Tascón, y creo que Sidor no va a ser la excepción”.
Aunque Lairet asegura que si es posible lograr que las empresas venezolanas sean productivas y eficientes, “allí están los ejemplos, Ferrominera, Edelca, y Pdvsa, que era una empresa del estado manejadas como una empresa privada, la clave está en limitar esa voracidad política que al final afecta a su rendimiento”.
El investigador René Centeno está seguro que, desde el punto de vista de la eficiencia económica, la creación de bienestar para la sociedad y sana continuidad operativa es preferible la privatización de las empresas que la estatización, y utilizar eficientemente los recursos de la venta en nueva infraestructura y creación de nuevos puestos de trabajo, cosa que según él, la nacionalización no haría.
Ya están figurando las listas de personas que van a entrar, los cargos que van a ocupar, las que van a salir, y a esto hay que sumarle que ya se está hablando de eliminar la tercerización, y se van a incorporar a 680 trabajadores, por ahora, y qué va a pasar con las empresas que le quitaste el trabajo y los trabajadores.
Hay que confiar en lo tenemos y evitar los errores del pasado, manifiesta Andrade, quien insiste en que “una de las mejores gerencias con las que contaba el país la tenía Sidor, las circunstancias por las que la empresa llegó a ese estado de crisis son ajenas a la gerencia, y respondieron más a los efectos de las políticas nacionales”. Asimismo recomienda, que visto que la acería de planchones produce mucho más de lo que puede procesar el laminador en caliente, por lo que queda mucho material, en principio hay que seguir vendiendo esos planchones sobrantes, pero a mayor precio de los que lo vendía el consorcio, y paralelamente invertir en otro laminador en caliente para producir mayor cantidad de bobinas.

ESPERANZAS EN ROMPER LA FÓRMULA
"La empresa continúa operando, la moral está alta, lo que esperamos es que no se eche por tierra un esfuerzo en que argentinos, mexicanos y venezolanos hemos puesto a Sidor a convertirse en lo que es hoy" expresaba el pasado 10 de abril, Luís Felipe Domínguez, gerente de la siderúrgica, y esperamos que siga siendo esa actitud allí dentro.
Todo esto teniendo en cuenta que “tenemos el complejo siderúrgico más grande de la región andina y el Caribe, cuya superficie sobrepasa las 2.206 hectáreas, estando techadas 87, teniendo 132 Km de vías férreas, 74 Km de carreteras pavimentadas y contando además con un puerto con fácil acceso al mar, que tiene capacidad para atracar hasta 6 barcos de 20.000 toneladas de peso muerto cada uno, con espacio para 3.000 m2 y con un área de patios de 60. 000 m2” según cifras ofrecidas por Stalin Pérez Borges, coordinador nacional de la Unión Nacional de Trabajadores.
Entonces, cómo hacer para de una empresa productiva y eficiente en manos del estado, que no se sature de empleados, que no pierda su norte, que sea rentable en búsqueda de utilidades, o cómo hacer que en manos privadas, no se olvide el compromiso social, se dañe el ambiente, se pare la investigación, se maltrate y sub pague al trabajador y se contribuya con los intereses de un país en crecimiento. Ahí está el dilema. Entonces se enfrentan los conceptos, producción versus humanismo, capitalismo versus socialismo, privatización versus nacionalización. La respuesta seguramente está en nosotros, en nuestra cultura, en la capacidad de trabajar, de crear, sin pensar en el color de un partido político, solo en los colores de tu bandera.

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