domingo, 15 de junio de 2008

Niños trabajadores: Los últimos de la fila (I y II)


El pasado jueves 12 de Junio se celebró otra jornada internacional del trabajo infantil, y aunque las cifras siguen descendiendo, aún el panorama representa un reto global

La situación de los niños y adolescentes trabajadores en el mundo es tan compleja como diversas son las condiciones propias de cada territorio y Estado. Entre la pobreza y su feminización, el aumento de las disparidades sociales y económicas, la discriminación étnica y de género, la violencia doméstica, la falta de educación, los desplazamientos, el éxodo rural y la pérdida de los padres por conflictos y enfermedades, se encuentran las principales causas del trabajo infantil. Según la organización internacional “Save the Children”, existen más de 218 millones de niños y adolescentes trabajadores, de los cuales 109 realizan trabajos peligrosos y más de 8 millones laboran en condiciones de esclavitud. Venezuela no escapa de esa realidad, y aunque no se cuenta con números precisos y actualizados, según cifras de la Fundación para la Integración, Capacitación e Investigación (Fundaici), se cree que en 2005 trabajaban millón y medio de niños y adolescentes, 400 mil de ellos en el sector formal de la economía.

LOS NÚMEROS
La cantidad de niños trabajadores representaba situación de alarma a principios del siglo XXI, “No obstante, el número de niños trabajadores disminuyó globalmente en un 11 por ciento durante los últimos cuatro años, mientras que el número de niños que realizan trabajos peligrosos disminuyó en un 26 por ciento” se desprende del último informe presentado por el Director General de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavia, en 2006. Y es precisamente en América Latina y el Caribe donde “los progresos más importantes se están registrando (…) Donde el número de niños que trabajan ha disminuido en unos dos tercios en el transcurso de los últimos cuatro años, y en la actualidad sólo el 5 por ciento de los niños trabaja” esto según el mismo informe de la OIT.
En la actualidad, unos 165 millones de menores de 5 a 14 años son trabajadores, una gran cantidad de ellos lo hacen en jornadas de casi 50 horas a la semana, en escenarios higiénicos altamente cuestionables, sin previsión social, y en condiciones de esclavitud, certifica el informe de la OIT, y es de allí precisamente de donde se desprende la polémica discusión sobre la justificación del trabajo infantil. Juan Somavia, Director General de la OIT, asegura que la erradicación total de esa realidad es un objetivo viable, más sin embargo, otro grupo importante de expertos en la materia y organizaciones no gubernamentales, optan por la vía de la protección del menor a la violación de sus derechos, al abuso y explotación por sus servicios, monitoreando los tiempos y espacios laborales, pero sin eliminar la actividad. "El trabajo por sí mismo no es dañino. Por el contrario, el trabajo que el niño realiza lo prepara para la vida. El niño trabaja no sólo para adquirir lo económico, sino que el trabajo le da una compensación humana y un carácter de dignidad. Así, el niño puede completar sus estudios, su alimentación. El trabajo como actividad ejercida en libertad es inherente a toda persona" así lo indica Lucila Ferna, dirigente del Movimiento de Adolescentes, Niños y Niñas Trabajadores de Perú.
Pero más allá de esa discusión los contextos continúan desarrollándose y las acciones deben reguladoras deben ejercerse. Si bien es cierto que las condiciones más desfavorables las poseen Asia y África, América Latina ha de seguir promoviendo en la inversión social. Por ejemplo, en Argentina, se estima que son más de millón y medio los niños trabajadores, de los cuales el 90 % está en el sector informal de la economía, con una carga horaria semanal promedio de 45 horas, un tercio realiza trabajos peligrosos y 50 por ciento de los niños no es remunerado por su labor, según cifras de la organización no gubernamental “Save the Children”.
El México, el informe “Explotación Laboral Infantil y Adolescente”, existen más de 5 millones de niños trabajadores, de los dos millones del grupo de adolescentes de 12 a 17 años, millón y medio de ellos no asiste a la escuela, y de los 3.3 millones del grupo de 6 y 12 años, el 54.5% se ocupa en el trabajo doméstico, 1.8 millones de ellos sin remuneración. En ese mismo informe se destaca que el 54.4% del grupo de 12 a 17 años tiene una entrada de casi dos sueldos mínimos mexicanos (promedio de 102 pesos diarios) y el 22.7% trabaja más en jornadas de 48 horas.
El caso colombiano no es muy diferente. La directora del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo, Liliana Obregón, aseguró en junio de 2007, que en ese país hay más de 2 millones de niños y niñas trabajando, y un millón de ellos no recibe percibe remuneración económica. 338 mil niños y adolescentes colombianos se dedican a la actividad agrícola. Obregón señalaba que “estos menores de edad están expuestos a intensas jornadas de trabajo, a la inclemencia del clima y a intoxicaciones con sustancias químicas que emplean en los cultivos”.

EL CASO VENEZOLANO
“El estado y la sociedad están obligados a proteger a los niños de cualquier forma de trabajo infantil. La profesionalización de adolescentes como aprendices pueden acontecer a partir de los catorce años y, a partir de los dieciséis años, un adolescente ya puede tener un puesto de trabajo asignado” todo esto de acuerdo con la Convención de la Organización Internacional de Trabajo y la Convención de los Derechos de los niños, niños y adolescentes, la cual firmó Venezuela el 26 de Enero de 1990.
El 2 de Septiembre de 1997, bajo decreto presidencial se crea la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y la Protección de los Niños Trabajadores. Una vez activada la comisión se planteó: Analizar la situación y diversidad del trabajo infantil generando tanto una base de datos periódica como el registro permanente, estimulando la investigación necesaria para definir prioridades y concretar intervenciones especificas para prevenir el trabajo infantil, proteger a los niños, niñas, y adolescentes trabajadores y erradicar el trabajo que se realiza por debajo de la edad mínima, así como las peores formas de trabajo infantil.
“Lamentablemente ese decreto no ha tenido seguimiento y no se conoce de ningún plan de acción especifico para los Niños Trabajadores, y los organismos competentes como el Instituto Nacional del Menor (INAM), que está en estrategia de sobrevivencia y el Consejo Nacional de Derechos del Niño y Adolescente (Cndna), están ocupados en diatribas políticas y no han podido o sabido hacer seguimiento al Decreto Presidencial de 1997”, asegura la psicóloga Deanna Albano, fundadora de la Asociación Muchachos de la Calle y experta en atención a niños en situación de calle y niños trabajadores.

ATENCIÓN A LOS DATOS:
La ONG -Save the Children- ofrece algunos números a tomar en consideración.
1. En Haití al menos 250.000 niños trabajarían en el servicio doméstico, de los que el 10% tendría menos de 10 años.
2. En Guatemala 40.000 los niños de entre 5 y 17 años trabajan en el ámbito doméstico, de los cuáles un 90% son niñas.
3. En Vietnam, el 60% de las niñas trabajadoras de entre 10 y 14 años lo hacen en el servicio doméstico. Sólo en Hanoi, uno de cada 100 hogares emplea a una trabajadora doméstica de menos de 16 años.
4. En Filipinas se calcula que hay 230.000 niños trabajando en hogares, de los que 120.000 lo harían como internos, en casas ajenas.
5. En Marruecos el 70% de las niñas de entre 7 y 14 años que ejercen el servicio doméstico no acude a la escuela o no ha ido nunca.
6. En la capital de Etiopía, Addis Abeba, por ejemplo, un 43% de las niñas trabajadores domésticos entre los 11 y los 14 años de edad aseguran recibir algún tipo de maltrato físico y hasta un 67% confesaban ser acosadas sexualmente.

“A mí el trabajo me hace sentir bien, el poder aportar a mis padres, la necesidad es tanta, que no hay dinero. Cuando uno no trabaja y cuando al niño se le da, se acostumbra. En vez de dárselo, por qué no ofrecerle la oportunidad de trabajar a fin de evitar que ser como mucha gente o adolescentes que se pierden en las drogas, se van a pandillas” estas son palabras del entonces niño de 11 años, Lisandro Cáceres, delegado nacional de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Perú, hoy tiene 18 años, catorce de ellos laborando. Una entre millones de experiencias en el mundo laboral infantil, quizás afortunada.
Y es que cifras de la OIT reflejaban que para 2005, ya unos 22.000 niños morían en accidentes relacionados con el trabajo anualmente, un promedio de 8,4 millones de niños eran víctimas de esclavitud, prostitución y tráfico humano, y casi 2,5 millones de niños trabajaban en los países desarrollados.

DE LAS CAUSAS
Del Análisis de Situación de Menores en Circunstancias Especialmente Difíciles (MCED), realizado en 1992 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se extraen las cifras más recientes sobre el estudio de la situación de los niños de la calle en Venezuela. En esa investigación se consideró que de una población de niños, niñas y adolescentes de 7 millones, 4,8 millones requerían atención preventiva, 9.583 se encontraban institucionalizados en muchos de los centros del Instituto Nacional del Menor (INAM), 1,5 millones desempeñaban estrategias de sobrevivencia y 2.000 de ellos se encontraban en la figura de niños de la calle.
Por otra parte, en el informe 1999- 2005 de UNICEF, se asegura que en Venezuela 8% de la población infantil ejerce un trabajo.
En un estudio realizado en 2003 por la investigadora asociada a la Unidad de Políticas Públicas de la Universidad Simón Bolívar, Yudei Rodríguez, concluye que parte de el problema de los niños trabajadores y de la calle en general, se ajusta a diversos elementos, como “los altos índices de desempleo y pobreza, la ausencia de crecimiento económico sostenido, el analfabetismo, la deserción escolar, la ausencia de mecanismos que garanticen la escolaridad, la descomposición familiar, la falta de políticas claramente definidas en materia de atención al niño de la calle, la discontinuidad en la implementación de los programas y a la ausencia de sus respectivos sistemas de seguimiento y evaluación”.
Existe una fuerte relación entre los niveles de ocupación estudiantil y bienestar familiar con la necesidad de trabajar desde temprana edad. El investigador José Huerta, presenta algunas estadísticas sociales del segundo trimestre de 2003, en la cuales se reflejaba que 610.268 niños y adolescentes del grupo de 10 a 17 años, eran económicamente activos, y de ese número el 76,5% se encontraba ya en condición de pobreza, a esto se le suma que, 316.248 niños y jóvenes habían abandonado los estudios, de los cuales 246.025 vivían en situación de pobreza. Por su parte, del grupo de 3 a 9 años que se estimó en 3,7 millones, el 80% asistía a centros de educación formal, pero de ellos, 63.574 niños no iban a la escuela por falta de recursos económicos, y 1.978 niños no lo hacían por estar trabajando.
Deanna Albano, fundadora de la Asociación Muchachos de la Calle y experta en atención a niños en situación de calle y niños trabajadores, entiende que “la presencia de niños y adolescentes trabajadores está estrechamente vinculado al tema de la pobreza, paradójicamente, la sociedad moderna genera procesos de exclusión y en especial acentúa la pobreza y la primera perjudicada es la familia” según Albano la segunda causa generadora de niños trabajadores es la falta de empleo de los padres o la presencia de madres solas que tienen a cargo un hogar, y en tercer lugar, “la exclusión escolar, los altos índices de deserción en primer grado, basta con ver que para 2003 según cifras del ministerio de Educación, 32% población en edad escolar no asistía a la escuela, 1,8 millones de niños y niñas fuera del sistema escolar”.

Y ENTONCES
Durante tres décadas se han diseñado diversas instituciones de atención a los niños trabajadores y de la calle, de iniciativa pública como privada. “No obstante, a pesar de las acciones que se han tomado en materia de atención a los niños de y en la calle, el problema persiste” afirma la investigadora Yudei Rodríguez en su estudio, y lo que refuerza la psicóloga Deanna Albano cuando comenta que “pareciera que no es por falta de recursos sino falta de voluntad política, es necesario asumir el tema de la infancia y adolescencia como tema prioritario y no que los funcionarios públicos se limiten a asistir a congresos, foros internacionales y estampar firmas en convenios internacionales”.
El Estado venezolano ha conseguido establecer instrumentos significativos en favor de la infancia asumiendo compromisos como la Declaración de los Derechos del Niño (1969), la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989) y la Cumbre Mundial en Favor de la Infancia (1990). Por otra parte, ha generado desde el plano nacional: La primera Tabla de los Derechos del Niño (1936), la Ley Tutelar del Menor (1980), la Ley Aprobatoria de la Convención del Niño (1990), la Conferencia Nacional sobre los Derechos del Niño (1991), el Plan de Acción Intersectorial de Atención Integral a la Infancia y la Adolescencia (1994), el Plan Maestro de Operaciones de Cooperación entre UNICEF y Venezuela (1996-2000), la Ley Orgánica para la Protección del Niño y el Adolescente (2000), y la garantía constitucional del niño en artículos como el 75, 78 y 79 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
No obstante, el hecho de que exista un número significativo de instituciones gubernamentales y no gubernamentales de atención a los niños, así como un ordenamiento jurídico favorable en la materia, no endosa el éxito, es necesario la implementación de los sistemas y el seguimiento de los mismos.
Algunos expertos coinciden en que la anulación del trabajo infantil es viable, sólo si diseñan mayores posibilidades laborales para los adultos y sus comunidades, y que las soluciones están en brindar alternativas a las familias para que “rompan el ciclo de pobreza a través de cooperativas, y la adquisición de maquinaria agrícola, por ejemplo, no se sigan estancando los sueños de los más pequeños”.
“Los costos de erradicar el trabajo infantil serían de 76 mil millones de dólares y los beneficios económicos netos para 2020 serían $330 mil millones de dólares. Es decir, habría un beneficio neto para la región si se eliminara el trabajo infantil” aseguraba en 2005, María Arteta, directiva del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la Organización Internacional del Trabajo.
Para Juan Somavia, Director General de la OIT, la solución pasa por crear sistemas educativos más sólidos, “Más de 70 millones de niños en edad escolar no asisten a la escuela primaria. Y cuando una familia tiene que elegir entre enviar a la escuela a un niño o a una niña, con frecuencia es la niña la que sale perdiendo. Nuestro reto es ofrecer esperanza a los niños trabajadores de todo el mundo convirtiendo en realidad su derecho, y garantizar que reciban educación y formación de calidad que les permita alcanzar un futuro de trabajo decente. Esto es esencial para romper el ciclo del trabajo infantil y la pobreza. Y es una buena inversión para los individuos y la sociedad”.

A MANTENER INICIATIVAS
De la Fundación del Niño del Estado Bolívar nace Cepronit, como un programa estadal, creado por la administración anterior y es mantenida y reimpulsada por la actual.
Evelyn de Campos, Jefa del Programa Nacional de la Fundación del Niño, y coordinadora del Centro de Asistencia y Protección al Niño Trabajador (Cepronit) en Caroní, insiste en que las causas de la problemática son diversas y complejas, y aunque no manejan cifras exactas, están en conocimiento de la realidad guayanesa también responde a la debilidad familiar, falta de figura paterna, necesidad de sobrevivir, y conocen los puntos de trabajo de los niños aplicando en la medida de sus posibilidades algunos mecanismos de asistencia. El Cepronit está desde el 2003 al servicio del niño trabajador, asistiéndolos con nivelación pedagógica, el programa Jardinerito (asistencia para trabajar la tierra) y Sembrando la Vinotintos (apoyo deportivo a más de 100 niños). “Después de años de trabajo con los muchachos, empezó a bajar la matrícula, iniciamos una investigación y nos dimos cuenta que los muchachos no venían porque estaban estudiando, de manera que entendieron que es posible una vida diferente, de estudio y el trabajo en segundo plano”.

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