jueves, 3 de octubre de 2013
La inflación es cabalgante en Guayana
Antonio Valdez Zurita
CNP: 18.446
@antoniovaldezjr
Hace poco más de cinco días se leía en todos los periódicos del país que la inflación llegaría a 45% al cerrar el año, y eso lo reconocía uno de los más equilibrados representantes del oficialismo, Jesús Farías, vicepresidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional. Pero en Guayana puede ser peor la cosa, y es que en Enero Guayana hizo honor a esa visión del viajero nacional que la visita y alarmado dice que en esa tierra todo es carísimo. Pero qué hay detrás de la inflación en Guayana, un coctel de todo un poco, además de una urbe que no ha terminado de comprender que gira en torno a un polo industrial que está deprimido desde hace más de una década y media.
Así está la cosa en Guayana
Aunque a continuación se presenta un experimento aislado que no necesariamente refleja la totalidad del panorama nacional, es un acercamiento a la realidad por abordar: Si una ama de casa guayanesa, de clase media o baja sale a comprarle un par de zapatos a su hija adolescente pensando en un calzado deportivo de calidad que al menos le dure un par de años, deberá desembolsar 3.500 bolívares, eso, poco más o poco menos en cualquier establecimiento comercial de Puerto Ordaz. Ese bien importado, tiene un costo de venta internacional y al detal de 65 dólares, en la capital se encuentra en al menos 600 Bolívares menos, y en ventas en línea, podría llegar hasta los 1400 bolívares.
Todo es parte de un complejo contexto con múltiples interpretaciones: que no hay dólares oficiales para importar, que es porque los comerciantes quieren asegurar inventarios surtidos, que los controles de importación son casi imposibles de cumplir, que el resto de la cadena está distorsionada por la inflación, hasta las tesis de que se trata de especulación, guerra económica activada pero no declarada y ejemplo vivo de la fórmula de ahorcamiento económico que le aplicó la CIA al gobierno castro comunista de Allende. Todo es parte del debate nacional, pero la ciudadanía sigue en la orilla sufriendo los embates de la ola de precios.
En Enero el BCV informaba que Guayana sufría una acumulación inflacionaria en bebidas y alimentos un punto por encima del promedio nacional. Ese mes sería fatal, se trataba de la inflación nacional y regional más alta desde abril de 2010. Los alimentos y bebidas no alcohólicas llegaron a un 6,5% en Ciudad Guayana, el promedio nacional sería de 5,3%. Al final se registraba una inflación general del 4% en Guayana, arriba del promedio nacional de 3,3%. Ese mes Guayana superaba a Maturín, Mérida, Maracay.
Todos los meses siguientes la tendencia mantuvo a la ciudad entre las cuatro primeras, y para Agosto, Guayana estuvo entre las seis ciudades que superaron la media nacional, de manera que el dinero rindió menos en San Cristóbal con 3,9%, seguido de Mérida, Barquisimeto y Valencia todas con 3,3%, y Maracay y Ciudad Guayana con 3,1%.
Un problema que no se detiene
Este mes, como ha venido siendo costumbre tiene el orden de los precios por rubros casi constantes: salir por algo de diversión es lo más costoso (esparcimiento y cultura con 7,5%), comprar algo de ropa es algo que pudiera considerarse como lujo para muchos (vestido y calzado con 4,4%), y superado por cuatro elementos de la cadena, está alimentarse en casa (alimentos con 2,9%), si embargo este ítem se agrava un poco porque también en Agosto subió el promedio de escasez y bajó el de diversidad, es decir se consiguieron menor cantidad de productos en menor cantidad de marcas.
De manera que en Guayana la fórmula para un final de año con menos estrés sería: ahorrarse las salidas a conciertos o eventos en general, no comer en restaurantes o en la calle, y ahorrar para viajar y comprar ropa, eso pudiera también satisfacer por algunos días la necesidad de esparcimiento y de comer fuera de casa.
Fedecámaras este pasado lunes en la voz de su presidente Jorge Roig, ratificaría la posición oficial de miles de empresarios en Venezuela, la inflación obedece a las malas políticas económicas de catorce años de gobierno, de las medidas de control cambiario y estabilidad laboral, además de presentar cifras de Fedecámaras que hablan de que para Enero del 2013, el 30% de los trabajadores del sector privado eran independientes, algo así como 3 millones 700 mil personas.
Las cifras de Roig hacen presumir que los trabajadores informales aumentaron en poco más de 25% en un año, de manera que el aparato industrial venezolano trabaja con los mismos números desde principio de la década del 70. Estas cifras aunque debatibles y confrontadas por razones políticas obvias, no dejan de impactar al consumidor, de hecho, economistas guayaneses declaraban para Enero de 2012, que una familia necesita al menos dos salarios mínimos para compensar lo que era una canasta alimentaria de 3 mil 688 bolívares.
La cultura del resuelve
Detrás de lo visible hay una gama de relaciones que nacen de la coyuntura natural entre causa y efecto que no deja de asombrar aún cuando son pocos los que se detienen a estudiarle. El reconocido profesor e investigador social Luis d'Aubeterre, doctor en psicología y experto en el área de psico-socio-antropología y ecología humana, entiende que el tema de la inflación tiene añadiduras que la hacen una mezcla quizás única en el continente, y que es como una bola de nieve que se va haciendo proporcional al uso y costumbre folklórico del venezolano “acostumbrado por décadas al importar y no producir, por aquello del dólar que siempre se ha conseguido fácilmente, incluso con las restricciones de los últimos veinte años”.
Venezuela goza de un fenómeno digno de estudiar científicamente, “hacer dinero en el mercado informal sin siquiera tener dinero propio, sino con préstamos, rinden réditos muy superiores de aquel que se ha preparado e intenta vivir de su profesión en un mercado de trabajo deprimido”, esto crea una desvirtuación de lo que entendían las madres como el deber ser al decir “estudia y gradúate para que disfrutes, sin embargo, ves como gente que lava carros, ni siquiera en un auto lavado como negocio legalmente constituido, por pocas cantidades, pero que a la vuelta de un día, cinco días a la semana, un mes, 365 días al año, reportan cantidades muy superiores a la del salario anual de un profesional”.
Esa anomalía de la economía se le suma otra factor clave para el experto, la corrupción. Desde la del funcionario público, la del ministro, la del gerente de Empresa Básica, pasando por la del empresario contratista, hasta la del vendedor de periódicos que juega el juego de no tengo sencillo para el vuelto. “Son pequeños actos delictivos que en lo cotidiano desaparecen porque están conectados a la permisibilidad que otorga la excusa de los grandes defectos de la macroeconomía, además de la poca valoración ética del deber ser”, entiende d'Aubeterre.
Todo esto finalmente “redunda en una emergencia de perdida de valores, una hemorragia de antivalores, y acompañado con la desaparición constantes de artículos tan ridículamente básicos, lo que va creando mercados paralelos de las cosas más sencillas”, y un efecto que se ha venido transformando en causa en este complejo círculo vicioso, es lo que d'Aubeterre llama la cultura del resuelve.
“El resuelve es una divisa, una expresión clave para entender la corruptela, de desaparición de rubros, las compras sistemáticas e irregulares de algunos proveedores del gobierno, como aquellos que compran para revenderlo cinco veces mas caro en la esquina de mi barrio, pero lo curioso es que las instituciones del Estado también funciona bajo esa lógica, como el buen resuelve, la comisión en una compra internacional de un alto funcionario que compra un producto a punto de caducar a un precio ridículo que dejan enormes ganancias en la sobrefacturación”, ahí está a todos los niveles la expresión del resuelve y su relación con fenómenos de corrupción como la especulación y compensación.
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