jueves, 3 de octubre de 2013

¿Se está investigando en Guayana?

Sin tener que entrar siquiera en el campo interpretativo de los enfoques, tendencias o paradigmas, ya se considera de dominio universal la relación entre investigación y producción, quien investiga produce, quien produce progresa. Aun cuando no es tan sencillo en la realidad como en la ecuación, sigue habiendo mucho de verdad en eso, y parte, o gran parte de la coyuntura productiva del país está atada a nuestros niveles de inversión y adecuación científica-tecnológica. En ese sentido es necesario, una vez más, preguntar: ¿Se está investigando en Guayana?, ¿el parque industrial de la región se favorece del esfuerzo de los investigadores, universidades y centros de investigación de la región?
La esencia Como todo en la vida, esta es otra de las materias que corresponde analizar de la mano de la realidad histórica que le precede, sin embargo acortaremos, por ahora, algo de camino colocando en la mesa lo que se presume actualmente como más acertado, de allí la interpretación del profesor de la UNEG, Miguel Velandia, Coordinador del CIMAT (Centro de Investigación de Ciencias de los Materiales), lugar propicio para reconocer la realidad de la transferencia de conocimiento de la academia a la industria y viceversa, en este caso en el área específica de metales y aleaciones, materiales cerámicos y compuestos, procesos metalúrgicos, caracterización de materiales y residuos industriales. “Yo no puedo hablar por todo el universo investigativo de Guayana, pero conozco las dinámicas generales, y sobre todo en la relación de la universidad con Sidor y Alcasa, con quien tenemos proyectos”, afirma Velandia, quien agrega que las fallas en la planificación y desarrollo de una agenda seria son de parte y parte, tanto los presidentes de las empresas como los directivos universitarios no han logrado poner en marcha un programa de transferencia de conocimiento concreto y sostenido en el tiempo. Por otro lado Víctor Álvarez, viejo conocido de Guayana, investigador del Centro Internacional Miranda y otrora ministro de Industrias Básicas y presidente de la CVG, explicaría en Mayo del año en curso que una de las aristas del complejo y entramado mundo de las empresas de Guayana tiene que ver con la poca comprensión de la dinámica global. No es secreto para nadie que “en la actualidad la actividad productiva se ha hecho cada vez más intensiva en el uso de conocimientos científicos y tecnologías. La eficiencia en el uso de materias primas y energía ha sido posible gracias a un creciente uso de información y conocimientos en los procesos productivos”, explica Álvarez, añadiendo que la “problemática estructural de las empresas básicas tiene sus causas en el agotamiento de un modelo productivo basado en la vieja idea de las ventajas comparativas sustentadas en la explotación de materias primas, energía y fuerza de trabajo, cuando hoy en día la clave radica en la creación de ventajas competitivas sustentadas en el desarrollo de capacidades para generar, transferir, difundir y utilizar nuevos conocimientos científicos y tecnológicos”. En otras palabras, si no llega la adecuación tecnológica-científica es imposible pensar en productividad, parte de la clave se ha explicado con detenimiento desde distintos sectores en distintos momentos, la idea de convertir los insumos básicos en productos de mayor valor agregado e intentar “sustituir importaciones y exportar productos manufacturados que pueden ser vendidos a un precio 10 y 20 veces superior al que se cotizan los insumos básicos. Es así como las empresas básicas podrán crear nuevas oportunidades de trabajo productivo, aliviar sus nóminas y mejorar su desempeño”, finaliza explicando Álvarez.
¿Y la investigación? Venezuela contaba ya en 1990 con un modelo propio de los países subdesarrollados: “la mayor parte de la investigación científica que acá se realiza está concentrada en el subsector universitario oficial. Así, 92% de los investigadores pertenece a las universidades públicas, autónomas y experimentales, y 94% de los productos de investigación que se obtienen en el país, incluyendo publicaciones y patentes, resulta de la labor desplegada por dichos investigadores, confirmaba el investigador Julio Urbina en los Cuadernos Lagoven de la época. Esa realidad se ha ido desplazando hasta nuestros días con otros colores y relieves. La Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (RICYT) tienen registros hasta el 2010 de donde se desprenden datos a tener en cuenta: el coeficiente de invención en Venezuela (0.44) estaba muy por debajo del promedio latinoamericano (1.71), o del (2.27) iberoamericano, ni hablar del brasileño (3.76) o del canadiense (13.33). La misma RICYT reconoce que desde 2006 con la aparición de la LOCTI, los niveles en inversión se han incrementado de manera significativa, para 2009 Venezuela había invertido 7.700 millones de dólares en actividades científicas y tecnológicas, aunque no tienen registros de datos correspondientes a investigación y desarrollo experimental. La inversión total de América Latina y el Caribe ese mismo año fue de 44.749 millones de dólares. Por otro lado, y solo como referencia, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, quien ha desarrollado el “Webometrics Ranking de las Universidades del Mundo”, un instrumento para medir la dinámica de las universidades en temas de publicación en revistas científicas, participación en redes científicas internacionales, presentación y contribución científica online, entre otros elementos, en su sección de Latinoamérica, ubica a la UNEG en el lugar 775, y a la Unexpo como la 665 del continente. Entre las primeras diez de América Latina, seis son de Brasil, y la primera es la Universidad de San Pablo, lo que resulta para nada paradójico. La ULA venezolana está en el puesto 48. Se trata de planificación Los números parecen ser alentadores, pero deben trasladarse al plano de la productividad. Venezuela (con 2.36%) para 2009 estaba muy por encima del promedio de América Latina y el Caribe (0.72%) del gasto en ciencia y tecnología en relación al PBI, sin embargo las políticas públicas en ese sentido deben tomar sentido unidireccional por el bien de todos. El profesor Luis Alberto Buttó, del Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad de la Universidad Simón Bolívar, habla de que “construir la agenda de investigación de las universidades nacionales es construir la agenda de investigación nacional, ya que hasta tanto no se modifiquen sustancialmente las relaciones entre el subsector científico y el aparato productivo nacional, la investigación científica no podrá ser mayoritariamente ejecutada por el sector privado de la economía”. Un buen ejemplo práctico en ese sentido, lo exhibe Guayana. El profesor Miguel Velandia asegura que las universidades venezolanas tienen el personal con la competencia y experticia, pero no existe sincronía entre el trabajador de la empresa y el científico universitario, además la infraestructura casi no existe, porque son pocas las investigaciones, “si requieres hacer un análisis en microscopio electrónico ahí se presenta una debilidad, nosotros no lo tenemos, Fundacite si, pero se crean trabas para el investigador, y se requieren cientos de procedimientos burocráticos para acceder a un equipo que es del Estado”. En ese plano es prioritario un centro con todos los equipos y a la mano de todos, y desde donde se desarrolle tecnología para ir armándolo sin tener que importarlo todo, concluye el profesor Velandia. Ahí pudiera estar, al menos, un paso adelante.

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